Abstract:
En las décadas pasadas han ocurrido una serie de cambios climáticos en el planeta. La mayoría de estas alteraciones se han producido como consecuencias de las actividades humanas. En este sentido, el descubrimiento del “agujero de ozono” durante la primavera antártica representa uno de los eventos atmosféricos más importantes, despertando el interés de toda la sociedad, científicos, políticos y autoridades gubernamentales han mostrado su interés y preocupación por este tema. La mayor prueba de ello, es el acuerdo llamado “Protocolo de Montreal”, donde casi todos los países del mundo se comprometieron a disminuir las emisiones de gases contaminantes que destruyen la capa de ozono. La concentración de ozono de la Antártica, sufre variaciones naturales que se deben principalmente a las condiciones meteorológicas particulares de este continente; pero también hay causas no-naturales, provocadas por el hombre, cuyos efectos biológicos son mucho más importantes. Se ha demostrado que el adelgazamiento de la capa de ozono resulta en un aumento sustancial de la cantidad de radiación UV-B que alcanza la superficie de la Tierra, especialmente aquélla que es más activa biológicamente. Varios estudios científicos han demostrado los efectos perniciosos de esta radiación y no hay dudas del impacto en los organismos vivos, humanos, plantas, animales y microorganismos. Estas alteraciones se deben principalmente a la fuerte absorción de ácidos nucleicos y proteínas que son las principales moléculas involucradas en las respuestas fisiológicas y morfológicas a esta radiación. Afortunadamente, durante los últimos años se ha comenzado a revertir esta situación y los científicos han informado que el planeta ha comenzado a “sanarse”. En efecto, los datos de mediciones satelitales y sondas aerostáticas, demuestran que a partir del año 2000 existe una tendencia de aumento de la cantidad de ozono en la atmósfera. Esta reversión en el deterioro de la capa de ozono, se ha atribuido a la disminución de compuestos halogenados de carbono, acordada en el Protocolo de Montreal. Sin duda que esto demuestra que es posible lograr soluciones cuando, la “vida” de nuestro planeta está en peligro, y los esfuerzos mundiales se dirigen hacia soluciones derivadas de conductas concretas.